Bajo este tenebroso aspecto que más de uno tilda ignorantemente de “repugnante”, se muestra espectacularmente y con el máximo desprecio por el camuflaje, una de las bellezas de la naturaleza por excelencia: la macrolepiota, o como me gusta llamarla haciendo justicia a la exquisitez de su sabor, “la merluza de monte”.
De textura fina y carnosa, indescriptiblemente suave y gustosa, digna de los paladares más exigentes, esta portentosa seta (de 15 a 30 cms de altura) que puede distinguirse a distancia, incluso desde un coche en movimiento, dilata mis pupilas cuando la veo.
Debo afirmar que me alegra de que sea una seta despreciada por muchos recolectores que no la saben a distinguir bien de la mortal “lepiota” cuya única diferencia está en la dimensión (esta última no supera los 12 cms),
Y me alegra, porque de esta manera las dejan intactas para que yo me las coma.
A más de algún reputado recolector lo he visto darla un puntapié de coraje lo cual también me alegra pues así se diseminan mejor sus esporas para el año siguiente.
Cuando es joven presenta el aspecto de una bola, o un chupachups gigante y no merece la pena arrancarla pues como hay que quitarla el tallo por ser demasiado leñoso para ingerirlo, y la piel, no sé porqué pero así lo hacía mi abuela, pues se queda en muy poca cosa para tanto trabajo.
Volvemos a pasar por allí a la vuelta de cuatro días y encontraremos un hermoso ejemplar que hará las delicias de cualquiera que se siente a nuestra mesa. Garantizado.
Preparación:
La preparación de este suculento manjar no requiere acompañamiento ni conocimientos culinarios extravagantes. La he elegido para mi primer artículo precisamente por la sencillez de su cocinado.
Es entretenido pelarla, eso sí, a veces se resiste ese epitelio superficial escamoso y hay que tener un poco de paciencia para dejarla desnuda, pero después tan sólo rebozarla en huevo y a la sartén. Su aspecto en el plato es también el de unas rodajas de merluza rebozada, pero la macrolepiota no necesita limón ni condimento alguno, es más, cualquier añadido estaría mancillando su exquisito sabor y estigmático carácter.
Acompañen a esta reina con un buen vino tinto y cualquier pan salado. Lávense las manos porque se chuparán los dedos.
Ya me contarán…
Que alegría compartir recuerdos de familia,
ResponderEliminargracias compañero de vivir en lo sencillo con respeto.